El corazón ya lo tengo roto, hace mucho se hizo añicos y nunca más volvió a estar completo. He podido recoger sus piezas y las he pegado con solo mis intentos de sobrevivencia, algunas piezas nunca las encontré, se han quedado perdidas en los
pozos profundos del desamor y el desprecio, pero no importa, tengo lo que necesito por hoy.
Eso no impide que crezcan las flores en mi jardín, no impide que derramen su perfume y me impregnen de su olor, ni me impide que pueda tocarlas, disfrutarlas y estar a su lado.
Crecen en la tierra más hostil, en este concreto que llevo dentro, y se transparentan a través de este frío azul para volverse flama ardiente y fuego. Son verdaderas obras maestras, deseosas de amortiguar mi frío y embriagar mi espíritu.
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